jueves, 31 de diciembre de 2009

Liturgia del Camino

BENDICIÓN DE LOS PEREGRINOS

El sacerdote desde la sede o bien desde el centro del altar dice:

Acercaos hermanos hasta los pies del altar para recibir la bendición.

Oremos.

SEÑOR JESUCRISTO
que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los caldeos, guardándole en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto, te pedimos te dignes bendecir + a estos hijos tuyos que por amor a tu nombre, atravesando estas calles y plazas de Zamora, peregrinan a Compostela.

Que seas para ellos: compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos, fe y presencia en sus dudas

Que por tu guía lleguen fuertes al término de su camino y enriquecidos de gracia y de virtudes vuelvan ilesos a sus casas llenos de saludables virtudes. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/ Amén.

Marchad en nombre de Cristo, que es Camino y rezad por nosotros en Compostela. Podéis ir en paz.

R/ Demos gracias a Dios.


VER TAMBIÉN:
Blessing Prayer (bendición del peregrino en inglés)
Misa del peregrino
Celebración de Bendición (sin Misa)

Después del Camino

Esto también me lo enseñó un peregrino:

Has tenido oportunidad de hacer al Camino, “la Universidad de los Valores Humanos”. Has sido un privilegiado por acudir y por haber comprendido sus enseñanzas. ¿Qué te queda después?
Es posible que sólo nostalgia. No está mal, pero se pasa más o menos pronto.

Lo que en mi opinión debe quedarte de esa experiencia es trasladar a tu vida aquello que has aprendido en “la Universidad”. Debes trabajar, insistir, perfeccionar y ampliar esos valores que has vivido y que te han hecho sentirte tan a gusto, tan pleno. Eso es “seguir caminando”:

- Aprender a ir ligero de equipaje: sin apegos, sin culpas ni complejos, sin ambiciones inútiles.
- Conocerte un poco mejor cada día y quererte más.
- Ver al otro como a tu hermano y no como a tu rival o enemigo. Aprender a querer a los demás.
- Descubrir un nuevo sentido a la amistad. 
- Compartir, ser generoso incluso con quien parece no necesitarlo.
- Valorar las cosas y no derrocharlas.
- Ser austero en la comida y en las comodidades para poder apreciarlas.
- Esforzarte en conseguir tus metas, nada es gratis.
- No rendirte en la mejora personal a pesar de los errores.

Creo que es bastante lo que ha quedado si lo cultivas y no lo dejas marchitar.


¡Genial!

Yo sólo añadiría: si has escuchado la voz de Dios en el Camino, no te vayas a hacer el sordo ahora. Te merece la pena seguir prestándole atención.

Ver también: El regreso a casa

Ser hospitalero

Acabaste el Camino, llegas a casa y vienen a ti mil y un recuerdos. Entre ellos, las imágenes de esos hospitaleros que te atendieron en cada albergue. Hombres y mujeres entregados, serviciales, altruistas..

El hospitalero voluntario es un regalo en el Camino. Sin cobrar nada, pagándose ellos mismos el viaje y todos los gastos, atienden a los peregrinos en turnos de 15 días (y algunos durante meses). Les escuchan, les informan, les animan, les acompañan en su oración, les curan, les hacen reír, les preparan la comida, les despiertan… Y luego las mil tareas del albergue: limpieza, compra, mantenimiento. “Es una experiencia dura, la rutina del hospitalero, el trabajo es bastante cansado a pesar de que no lo parezca”.

¿Por qué lo hacen?

“¿Las razones de marcharme como hospitalero? Por una parte quería agradecer de alguna forma todo lo que el Camino me había aportado, todos sabéis que mi vida cambió radicalmente después del Camino, que fue una especie de punto de inflexión en mi vida. Por otra parte quería agradecer todo aquello que muchos hospitaleros hicieron conmigo. Y la mejor forma que veía era siguiendo sus pasos, haciendo a otros, lo que ellos hicieron conmigo. Por último también estaba la razón de desconexión, de "aislamiento" de mi vida cotidiana”.

Así cuenta un hospitalero el porqué de su decisión. Quizá también a ti te pase. Quizá también tú, tras haber hecho el Camino, sientas que le debes mucho y te gustaría poder demostrar tu agradecimiento. Quizá también tú conserves un recuerdo imborrable de esa gente que te atendió en cada albergue, y pienses que la mejor manera de corresponder es imitarles “devolver lo que ya otros te dieran a ti”. O necesites “desconectar” un tiempo de una vida cotidiana que te agobia.

Tiene sus compensaciones, grandes compensaciones

“Después del desayuno venía la despedida. Les acompañábamos a la puerta, les dábamos un abrazo y les decíamos las primeras palabras que nos salieran del corazón. Les deseábamos buen Camino y mirábamos como poco a poco, pasito a pasito se iban alejando de nuestra puerta. Muchas veces te daban ganas de dejar el albergue, coger la mochila y acompañarles en su Camino a Santiago, pero teníamos bien claro que no era nuestro Camino, era el suyo.

Mientras limpiábamos pensábamos en los peregrinos que se encontraban en ese momento caminando, rezábamos por ellos. Nosotros estábamos preparándolo todo para su llegada, para que se sintieran cómodos, a gusto, felices... Y cuando acabábamos (más o menos ya es la hora de comer) abres de nuevo el albergue, mientras comes, y estás a la espera. Esos son los momentos que más me gustaban. Sentarte en la puerta, con un buen libro entre las manos, leyendo y esperando a que llegasen.

Los peregrinos iban llegando, hablábamos con ellos, nos contaban sus experiencias, sus vivencias, lo que para ellos estaba significando el Camino, recuerdo testimonios increíbles y emocionantes. También les intentábamos dar consejos sobre el peso de las mochilas, sobre el cuidado de los pies, sobre...

A las 20:30 era la oración, estaba abierta a quien quisiera, normalmente venían casi todos. Teníamos la oración en 4 o 5 idiomas, para que todo el mundo la pudiese comprender. Un evangelio, una reflexión, unos cantos... pero sin duda el momento que más me emocionaba (y todos los días me emocioné) era cuando leíamos el nombre de todos los peregrinos que pasaron allí la noche y según nuestros cálculos todavía estarían de Camino hacia Santiago. Era la forma de tenerles presentes. A mi me venían rostros a la cabeza, sonrisas, abrazos... era un momento super especial.

Después algunos se iban a cenar a algún bar o al mesón del pueblo, otros cenaban en el albergue con nosotros. Era el momento donde todos los peregrinos estaban juntos, hablando, contándose sus vidas, sus experiencias... Me encantaba escucharles y he de reconocer que muchas veces me costaba mucho no contarles mi propia experiencia, incluso alguna que otra vez lo hice. En ocasiones nos quedamos hasta bastante tarde hablando y hablando en la cocina...

La experiencia fue una auténtica maravilla, una gozada. Mucha gente me preguntaba: "Te marchas a limpiar una casa durante casi 3 semanas, y además tienes que pagarte todo, el viaje, la comida..." Y es cierto, pero el trabajo de los voluntarios tiene una recompensa que no se puede comprar con dinero. Esas sonrisas de los peregrinos cuando se marchaban, esos "gracias" que sabías que salían de lo más profundo de sus corazones, que estaban repletos de sinceridad, de amor, de cariño, de felicidad, esos abrazos tan llenos de sentimientos”.
 “Si se dice que peregrinar es rezar con los pies, ser hospitalero es peregrinar con el corazón. Posiblemente, sea una experiencia más fascinante si cabe, que la propia de encaminar los pasos hacia Santiago de Compostela. Es una vivencia única y especial”.

Si estás interesado

Para ser hospitalero es necesario haber hecho antes el Camino. Además es muy recomendable hacer alguno de los cursillos de fin de semana que organizan los hospitaleros voluntarios asociados a la Federación Nacional. En ese mismo cursillo te preguntarán por tu disponibilidad y, si lo deseas, te buscarán turno para empezar ya como hospitalero.

Página de los Hospitaleros Voluntarios

Peregrinar

Peregrinar es diferente de hacer senderismo. Aunque estés en forma, te hayas leído las mejores guías y tengas el mejor equipo, hay cosas que debes aprender. El Camino (y nadie más) te las irá enseñando. Esas cosas que "hacen" al peregrino.




UN TIEMPO PARA DESCONECTAR

Ocurrió hace años. Un domingo por la tarde, sin nada mejor que hacer, unos cuantos amigos fuimos a una parroquia de las afueras que celebraba un acto de la Virgen de Fátima, simplemente a curiosear. Ya era tarde, todo había acabado y estaban recogiendo. El párroco ve el grupo y se dirige a nosotros amablemente: “Jóvenes, ¿qué os ha traído hasta aquí?” Y el más lanzado le responde: “Nuestro aburrimiento”. ¡Qué sinceridad, y qué corte el del cura!

¿Te ha traído al Camino tu aburrimiento? Quizá la necesidad de salir de la monotonía, de tomarte un respiro. O bien necesitabas unas vacaciones (al fin y al cabo baratas), y lo del ir a Santiago es algo que siempre habías querido hacer. En otros casos es una promesa, más a menudo un cierto afán de aventura, un reto, o la necesidad de conocer gente. ¿Por qué no? Dicen que en el Camino se liga mucho…

Tal vez todo ello. Tal vez simplemente la necesidad de salir. Salir para desconectar de lo que te rodea, o más bien de lo que bulle dentro de ti y no sabes cómo afrontar. Liberarte un poco de lo de dentro y un poco de lo de fuera, del agobio de existir, de la pesadez de una vida muy cuadriculada. Buscar nuevos horizontes. Respirar el aire libre. ¡Vivir!

Llámalo como quieras. Todos experimentamos la insatisfacción de ser hombre, en esta sociedad como en cualquier otra, el dolor de muchas cosas pero especialmente de nuestras propias limitaciones, la necesidad de liberarnos.

Eso lleva a muchos a salir, también a salir al Camino.



UN TIEMPO DE LIBERACIÓN

¡Cuántas veces te han dicho que sólo llevaras lo imprescindible! En casa, con papel y lápiz, todo parece necesario. Pero cuando vas cargando sobre tu espalda 12 ó 14 kilos, no hay quien lo aguante. En los dos últimos albergues te dejaste “olvidados” un jersey grueso, una navaja multiusos muy aparente (“en realidad no es nada práctica”), varias medicinas y cremas, esa dichosa cantimplora metálica (“es mejor una botella de plástico”)… Y, ya lanzado, estás pensando qué olvidarte en el próximo. No te preocupes: en todos hay cajas y cajas de cosas que va dejando la gente. Ya le encontrarán utilidad.

El Camino mismo (y nadie más) te va a ir enseñando lo que tienes que cargar y lo que no, lo que realmente necesitas y lo que sobra. Si el Camino durara lo suficiente, aprenderías que se puede caminar con muy pocas cosas. Es curioso, en medio de un mundo que diariamente te “vende” tantas cosas, que te hace creer son imprescindibles para vivir, has empezado la mejor cura de despojamiento: cargarlas durante tu espalda durante una jornada.

Y aún queda lo más difícil: despojarte de ti mismo. El primer día estabas en plan gracioso con esas alemanas, pero acabaron pasando de ti y te centraste en tu propia marcha. Hay varios disfraces más que has dejado hasta ahora o irás dejando en los próximos días: el de enterado, el de tipo duro, el de enfurruñado, el de qué malito estoy y cuánto necesito que me atiendan… Todos esos papeles (¿no te habías dado cuenta?) también son un peso en tu mochila. Te impiden avanzar ligero, te restan energías. Si el Camino dura lo suficiente, te enseñará a no ser más que quien eres realmente, simplemente un hombre, con tus propias grandezas y debilidades. A estar en paz contigo y con tu ritmo de caminar. A sentirte hermano de todos los que caminan contigo.



UN TIEMPO DE COMUNIÓN

Paso a paso, simplemente levantando la vista de vez en cuando, “sientes” el paisaje como nunca pensaste que podrías sentirlo. Cada loma y cada árbol tienen alma propia, y puedes entrar en comunión con ellos. Puedes mirarlos agradecido, sentirlos, medirlos, incluso palparlos con tus pies. Quizá es el que el mundo se hizo para caminarlo, y sólo así podemos disfrutarlo del todo.

Comunión con la naturaleza, con los sonidos del viento y el agua, con los trinos de los pájaros o los mugidos del ganado, con los colores. ¡Qué hermoso es todo!

Comunión con el arte. ¿Te acuerdas en aquella preciosa iglesia románica? Tú estabas sentado en el suelo, contra la pared, descansando, contemplando la sencillez y el equilibrio de la arquitectura. Y llegaron aquella panda de… gritando, empeñados en probar si en el ábside había eco. ¿Es que no saben respetar? ¿No valoran el arte? Tú sí, lo sentías, en la penumbra mirabas cada piedra, podías acariciabas con la vista, sentir el golpear del cantero tallándola y el genio del maestro de obra dibujando el arco. Luego se fueron, pero esperaste lo suficiente para no tener que coincidir con ellos en el Camino. El arte fue revelación para ti. Revelación de armonía, de gozo, de paz.

Comunión con los demás. Te sonrojas cuando te recuerdo lo de las alemanas, y más si te digo que viniste al Camino porque te sentías solo y buscabas compañía, hacer amistades. ¡El gran misterio de los demás! En cada albergue, tras la cena, qué hermoso poder hablar y compartir con los compañeros de Camino. Sin gran cosa, sólo un vaso de vino o una copita de aguardiente casero. Qué fiesta si alguien sacaba una guitarra y os poníais a cantar. “Ecce quam bonus et quam jucúndum habitáre fratres in unum”. Sí, qué hermoso es convivir los hermanos unidos. Si no fuera por aquel cretino que se empeñó en buscar una cosa en la mochila a media noche, venga a revolver bolsas de plástico a oscuras. O el del walkman, que se lo habrías estampado contra la pared. Y el que roncaba, y el de la tosecita, y el que se hace el chulo cada mañana y le pillabais enseguida, y el de las bromitas… ¡Qué misterio irresistible e insoportable son los demás! Sólo cuando el camino dura lo suficiente, cuando te has despojado lo bastante de lo que te envolvía a ti mismo, y has sido capaz de olvidarte de lo que envuelve a los otros, cuando los ves como hombres que caminan y se cansan, seres humanos como tú, hermanos, sólo entonces lograreis entrar en comunión. Una comunión gozosa. Son las reglas del Camino.

Comunión con el que sufre. Esa sí que es una gran regla. El hospitalero que te estuvo pinchando las ampollas con toda delicadeza, el chaval argentino al que llevaste la mochila media jornada porque no podía más, el borrachín desconocido de aquel bar de pueblo que terminó contándote su vida y llorando sobre la mesa mientras tú le cogías la mano… Caminar significa encontrarse con el dolor, con gente que sufre, con tu propio sufrimiento. Quizá sea eso lo más radical de ser hombre. No se puede hacer el Camino tan deprisa que no te dé tiempo a ver el dolor, eso es hacerte trampa a ti mismo. La principal lección será el dolor, será la cruz, será el servicio.



UN TIEMPO DE CRUZ

¿Pero quién quiere la cruz? El mundo odia la cruz, inventa toda clase de soluciones para evitar la cruz. ¿Por qué sacar ahora la cruz?

Pues permíteme que te recuerde que sólo en la cruz has conocido a los demás en su fragilidad, en su realidad, y has podido sentirlos como lo que son, tus semejantes. Que sólo ante la cruz de los demás te has mostrado como lo que eres, humano, hermano, solidario. Que sólo tus propias cruces, tus ampollas y ese dolor de hombros que te mata, te han enseñado realmente lo que es ser hombre, lo que es superación, lo que significa cada paso, lo que puedes hacer cuando no te paras a lamentarte por ti mismo y continúas.

No es una lección sencilla. Pablo de Tarso, San Pablo, tampoco lo tuvo fácil cuando intentaba explicárselo a sus fieles de Corinto: “El lenguaje de la Cruz es, en efecto, una locura para los que se pierden; mas para los que están en vías de salvación, para nosotros, es poder de Dios... Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Mas para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.

La Cruz es la lección secreta de Dios, la que no enseña a cualquiera, sólo a los que son capaces de digerirla.

Quizá en la estantería del albergue encuentres algún libro de oraciones y, buscando, des con aquella que acaba así: “Y sólo pido no pedirte nada, / estar aquí junto a tu imagen muerta, / ir aprendiendo que el dolor es sólo / la llave santa de tu santa puerta”.



UN TIEMPO PARA DESCUBRIR A DIOS

¡Ya están los curas, metiendo a Dios en todo!

Pues sí, porque Dios está metido en todo.

Dios te llamó al Camino, como a Abrahán de Ur “Sal de tu tierra y de la casa de tus padres, hacia la tierra que te mostraré”. Dios te dio ilusión para prepararlo y fuerza para recorrerlo hasta aquí. Te ha dado paciencia y ánimo, y sabiduría para entenderle a Él y entenderte a ti mismo. Ha cargado tu mochila y aliviado tus pies cuando creías que no podías más, y te ha puesto compañeros que te den ánimo cada noche para reemprender la marcha al alba. Ha estado contigo en cada paso, en cada cruce, en cada albergue, en cada aliento.

Peregrino sólo es el que descubre que Dios camina a su lado siempre, absolutamente siempre, pero especialmente en la Cruz. El que aprende que sólo Dios tiene respuesta de verdad a la Cruz de cada día, a las cruces del Camino.

El que entiende que Él, y sólo Él, es el Camino.

Y que, más allá de todos los caminos, Él es siempre el destino. Vivir es caminar en Dios, con Dios y hacia Dios.



UN TIEMPO PARA ENTENDER LA VIDA

Dicen que el Camino es una parábola de la vida. Que es tanto como decir que en el Camino está contenida la explicación de todo y la solución de todo. Y puede ser.

Muchos no lo verán, claro. Acabarán en Santiago como quien acaba la jornada de trabajo, sin saber bien de qué ha servido tanto esfuerzo; tomarán el primer tren de vuelta y, a lo más, presumirán de credencial llena de sellos.

Otros se sentirán perdidos en Santiago, como si les faltara el aire. Quizá les dé por seguir a Finisterre y, si el mar les frena, igual se sueltan a llorar. Habían logrado a volar y ahora es como si les cortaran las alas. Puede que alguno incluso se convierta en “peregrino crónico”. Quizá lo intente por otra ruta. Le han dicho que por tal Camino hay más paz, más soledad… Tal vez el próximo otoño, el próximo año…

El peregrino sabio es el que aprovecha la lección y aprueba a la primera. Es posible que vuelva, a repasar, a “ampliar conocimientos”. Pero lo que ha aprendido sobre sí mismo, sobre el mundo, los demás, la vida, Dios... eso nadie se lo podrá quitar.

Durante el Camino

Comienza el día saludando a Dios. Todo lo que eres y tienes procede de él, y necesitas que te sostenga un día más. Simplemente salúdale, no necesitas complicadas oraciones. Dale gracias por hacer que este nuevo día estés en pie, y pídele que no te abandone ni un minuto.

Todo es nuevo para ti. Mientras caminas, mira todo con ojos bien abiertos. Disfruta cada una de las cosas que ves, la comida que te dan, tus sensaciones, los colores y olores de todo. Educa progresivamente tu capacidad de contemplación y de sorpresa. No quieras que todo esté planificado, hasta las emociones. Todo lo que te rodea, lo que te pasa, tiene sentido, aunque lo percibas como absurdo o no deseable. Aprende a mirar las cosas y los sucesos cada día mejor, y a entenderlo todo en su significado más profundo.

Disfruta también de los demás. Cuando eres capaz de mirarles pasando por encima de sus limitaciones y sus pobrezas, descubres que son un regalo. Intenta mirarles con los ojos con que Dios los mira, y descubrirás su riqueza. Son un don para ti.

De vez en cuando, especialmente después de un esfuerzo, tómate algún tiempo para serenarte y mirar dentro de tu interior. El Camino no es un enemigo a vencer, sino tu aliado para aprender, para expandir tu corazón, para renovarte. Aprende a amar cada día más tu camino.

No tengas miedo de no poder cubrir los kilómetros, de sufrir, de tener algún percance. Lo importante eres tú, no el mapa. No dejes que ninguna circunstancia, ninguna preocupación, enfado o molestia te dominen. Arrincónalos y sigue siendo el amo de tu camino.

Tómate el camino con humor. Piensa cómo debe sonreír Dios por nuestros agobios y enfados. Tú haz lo mismo. Ríete de ti mismo. Y procura tener siempre una sonrisa ante los demás.

De vez en cuando, levanta tu corazón a Dios. Cuando veas una iglesia abierta, entra a saludarle. Si puedes, asiste a la Misa, o participa en la oración de la tarde.

Cuando te sientes a cenar con los demás, hazlo dispuesto a disfrutar de ese momento como algo especial. Olvida tu cansancio, olvida tu carácter y tus manías. Ríe con ganas.

Antes de acostarte, repasa el día, haz memoria especialmente de tus debilidades, de aquello que no te agradó de ti mismo, y confíalo a Dios. Él puede regenerarte cada noche.

Lo realmente importante está dentro de ti, en tu corazón. Mírate por dentro y asómbrate de cómo te va enriqueciendo todo, de todo lo que estás aprendiendo y cambiando. Da gracias a Dios por ello.

Duerme en paz. Dios vela tu sueño y mañana te acompañará en una nueva etapa


Y esto lo encontré en internet:

CLAVES PARA UN BUEN CAMINO

SILENCIO: El camino no es para hablar, sino para escuchar. Escuchar tu propio interior, la tierra, los árboles, los pájaros, la creación que nos rodea. Aunque se vaya acompañado es importante caminar en silencio.

SOLEDAD: Tú sólo en tu sola y única mismidad. Tú solo frente al amanecer y a la puesta de sol, frente a la noche y luego frente al mar. Frente a Dios.

NO TENER PRISA: Al Misterio se va despacio, sin prisa, andando a ritmo humano. posiblemente no haya experiencia profunda, de la creación, de uno mismo porque tenemos mucha prisa.

ESFUERZO: Andar, andar. En nombre de los auténticos y esforzados peregrinos, no hagamos el Camino confortable. Es muy bonito perderse en el monte y dormir en el suelo. El espíritu se afina en el esfuerzo y en los refugios cochambrosos.

SOBRIEDAD: No comer mucho, no beber mucho, no gastar mucho Es bueno pasar un poco de hambre y sed.. No es masoquismo, sino dominio del espíritu.

GRATITUD: El sol es gratis, el campo es gratis, la sonrisa es gratis y la vida es gratis. Toda hospitalidad y amabilidad en el camino, gratis.

Evocaciones de Lourdes

Webcams del recinto






SONIDOS

Ave Maria de Lourdes (francés, mp3 1318 Ko)

Carillón de la basílica de la Inmaculada Concepción (mp3 720Ko)

Sonido de la fuente corriendo y el Ave María de los carillones del campanario de la basílica de la Inmaculada Concepción

Todas las melodías de campanas y los carillones de la basílica de la Inmaculada Concepción (mp3 1:32)

La Delegación


La Religiosidad Popular es la forma de expresión tradicional de la fe de un pueblo. "Se refiere a una experiencia universal: que en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está presente siempre la dimensión religiosa" (DPPL, nº 10).

Santuarios, peregrinaciones, romerías, procesiones, cofradías y hermandades, belenes, devociones... Un vasto y complejo mundo, no exento de problemas y siempre necesitado de purificación. Pero capaz de manifestar cuánto se ha hecho carne de nuestra cultura la fe en el Señor Resucitado; capaz siempre, a pesar de todo, de acercar a Dios y de asegurar la presencia pública de la Iglesia.

"Cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción" (EN 48).

En la Diócesis de Zamora se constituye, en enero de 2005, la Delegación Diocesana para la Religiosidad Popular, presidida por D. Juan Luis Martín Barrios como Delegado, y contando con un equipo de colaboradores que se encargarían de los diferentes sectores: cofradías y estatutos, santuarios, peregrinaciones, romerías... Paulatinamente se van incorporando nuevas líneas de acción: la organización de las peregrinaciones a Lourdes, el Camino de Santiago, la celebración de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe...

Desde septiembre de 2009 el Delegado es D. Javier Fresno Campos.

Santuarios y romerías

El Pontificio Consejo para la pastoral de emigrantes, encargado de este tema, definía a los santuarios como “memoria, presencia y profecía del Dios vivo” . Memoria agradecida de la acción del Señor que, señalando singularmente ese lugar, ha plantado su tienda en medio de los hombres; memoria de la fe recibida de los mayores, de dónde venimos, cuáles son nuestras raíces. Presencia de Dios que acompaña a su pueblo, especialmente en su Palabra y en sus sacramentos, celebrados ambos con especial vivencia. Profecía de una sociedad nueva, más fraterna, y de una patria definitiva en que «santuario no vi ninguno en ella, porque el Señor, el Dios todopoderoso, y el Cordero, son su santuario (Ap 21, 22)».

La pastoral de los santuarios queda determinada por el cuidado del edificio y del entorno, de manera que su belleza, su decoro y su paz ayuden a elevar el espíritu; la acogida de los que acuden, peregrinos o romeros, fomentando los lazos fraternos y el sentido eclesial; la celebración litúrgica cuidada, especialmente de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia; la proyección social en favor de los que menos tienen…

Un papel especial tienen los “servidores de la fe” en el santuarios: santeros, cofradías, devotos que de forma desinteresada colaboran en su acción. A ellos va dirigido principalmente el trabajo de la Delegación.

Zamora es una tierra singularmente rica en romerías, varias de ellas internacionales. Cada primavera, miles de zamoranos salen a los caminos para participar en esas celebraciones devotas y festivas, donde se reza, se baila y se comparte la mesa. Forman parte inexcusable de nuestra esencia diocesana y de nuestra vivencia de la fe.

Fiesta de los Hispanos

“La actual realidad de las migraciones en Europa y en España supone una seria interpelación a todos. Las respuestas que se están dando por parte de la sociedad son muy diversas, a veces condicionadas por prejuicios o estereotipos o por el temor a lo extraño y desconocido. Para la Iglesia, el fenómeno de las migraciones no sólo nos interpela y demanda una respuesta a sus problemas, sino que la presencia de los inmigrantes entre nosotros constituye una oportunidad histórica para nosotros en muchos aspectos.

La catolicidad es una nota característica de la Iglesia... La presencia de los inmigrantes nos ofrece una oportunidad de hacer realidad esa vocación de ser signo, factor y modelo de catolicidad para nuestra sociedad en la vida concreta de las comunidades cristianas... Por eso hemos de dar gracias a Dios por los emigrantes, que nos proporcionan la oportunidad de acogerlos y, por la acción del Espíritu, recibir de ellos, con su trabajo y servicios, sus dones y su riqueza.

Además de eso, la integración de los cristianos católicos extranjeros, que desde el principio son miembros de pleno derecho, en nuestras comunidades supone un fortalecimiento y un enriquecimiento de dichas comunidades. No sólo por la juventud que suelen traer a unas comunidades generalmente en proceso de envejecimiento, sino, también y sobre todo, por la riqueza que aportan con sus valores y con la variedad de sus expresiones y tradiciones (La Iglesia en España y los inmigrantes, nº 3, CEE, 2007)”.

Justamente para ayudar a nuestros hermanos inmigrantes hispanoamericanos a mantener su fe, y esas expresiones y tradiciones que la caracterizan, desde 2009 esta Delegación organiza el día 12 de diciembre, festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, la Fiesta de los Hispanos, en colaboración con las Delegaciones de Liturgia y de Caritas.

La celebración de la Virgen de Guadalupe, en el aniversario de su aparición, corresponde al deseo de honrar a la Madre común, invocada por toda la América Hispana. La Madre de Dios, que apenas diez años después de la conquista de México, se hace presente al indio Juan Diego en el cerro Tepeyac, y en él a todos hijos del nuevo continente, para mostrar todo su "amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre".

Peregrinaciones Diocesanas

“- Asbag, querido amigo, deberías peregrinar – le dijo Fayic.
- ¿A la Meca? –respondió Asbag con sorna-. Ya me dirás que hace un presbítero cristiano en La Meca.
- No digo a La Meca, me refiero a algún otro lugar… qué sé yo, Jerusalén, Roma... Adonde pueda ir un cristiano a encontrarse con las raíces de su fe. ¡Si supieras como se me remueve todo por dentro! ¡Es algo maravilloso! es como ir en pos del sentido último de las cosas…
- Sí –interrumpió Asbag– Pero cuando se regresa todo sigue igual que antes.
- ¡Oh! no creo que sea así. Espero que mi vida continúe siendo como un sendero… un crecimiento hacia lo máximo del ser…
(El mozárabe. Jesús Sánchez Adalid)

La peregrinación cristiana empieza muy pronto y Jerusalén fue el primer punto de destino. Ya en la época apostólica nos dicen los Santos Padres cómo iban los cristianos a Jerusalén a visitar los lugares relacionados con la vida de Jesús. Posteriormente Roma, sobre todo cuando empiezan a proclamarse los Años Santos, Santiago de Compostela, multitud de santuarios… Con el paso de los tiempos, las peregrinaciones han ampliado sus puntos de destino.

Pero la experiencia peregrinante en la vida del hombre encuentra sus raíces profundas en su mismo ser y en su propia historia. Juan Pablo II afirmaba que la peregrinación es una experiencia fundamental y fundadora de la condición humana y de la condición creyente de la humanidad. La peregrinación es el signo, es la imagen de nuestra vida humana. Se trata, decía el pontífice, del hombre en camino hacia la fuente de todo bien y hacia su plenitud. Del hombre que pone su ser, su cuerpo, su corazón y su inteligencia en marcha, mientras se va descubriendo a si mismo como un "buscador de Dios y un peregrino de lo eterno".

"La espiritualidad de la peregrinación tiene una dimensión escatológica en cuanto que es proyección definitiva hacia el Reino de Dios, tiene una dimensión festiva en cuanto es un respiro en relación con la monotonía diaria y proporciona el gozo del compartir, tiene una dimensión cultual en cuanto es un encuentro con Dios para estar en su presencia, adorarlo y abrirle el corazón, tiene una dimensión apostólica en cuanto el itinerario del peregrino reproduce la de Jesús y de los apóstoles recorriendo caminos y tierras para anunciar el Evangelio. Pero sobretodo, tiene una dimensión de comunión en cuanto el peregrino que va al santuario lo hace en comunión de fe y de caridad no sólo con los compañeros de viaje sino con el Señor mismo que camina con él como caminó al lado de los discípulos de Emaús, con su comunidad de origen y, a través de ella, con la Iglesia que está en el cielo y que peregrina en la tierra; con los fieles que a lo largo de los siglos nos han precedido en el santuario; con la naturaleza que envuelve el santuario, de la que admira la belleza y que se siente movido a respetar; con la humanidad, el sufrimiento y la esperanza manifestada en el santuario y que ha dejado en él numerosos signos de sus talentos y de su arte” (Msr. Taltabull).

Cofradías

Mencionar las cofradías en nuestra Diócesis es traer a la memoria una realidad rica, fecunda y sobradamente conocida. Sin embargo, junto con las grandes corporaciones semanasanteras de Zamora, Toro o Benavente, hay una rica variedad diseminada por el mundo rural. Pequeñas o grandes cofradías de Semana Santa o de gloria, cofradías sacramentales, patronales, marianas; otras vinculadas a santuarios y ermitas, a devociones seculares o a tradiciones locales.

En total, casi 500 organizaciones, y más de 65.000 hermanos, un 40% de la población diocesana. La primera realidad asociativa, con mucho, y con enorme repercusión en la vida social del pueblo zamorano.

Aunque la mayoría de estas agrupaciones son atendidas por sus propios párrocos, desde esta Delegación se intenta impulsar la pastoral de cofradías en aspectos tales como su atención jurídica, su inserción parroquial y diocesana, la formación de los cofrades o su actividad social.

La reciente creación de la Delegación Episcopal para las Cofradías y Hermandades añade un campo de colaboración en muchas de estas actividades.

El Año Santo

El Año Santo o Jubilar ya existía en Israel, como un tiempo destinado a hacer caer en la cuenta al pueblo elegido de su diferencia respecto de todos los demás pueblos del mundo. Todo lo que tenía procedía de Dios, incluso su misma identidad nacional era acción de Dios, y existía para vivir consagrado para él. El Año Santo era por tanto un tiempo de conversión: dejar de pretender ser como todos los pueblos, y vivir la santidad de su relación especialísima con el Todopoderoso.

Jesús comienza su ministerio en Nazaret anunciando un año de gracia del Señor, el Año Jubilar definitivo: él realiza la liberación de todos los hombres, la conversión hacia Dios, la santidad de la humanidad.

En la Edad Media, la Iglesia instaura los Años Santos como tiempos especiales de conversión, de cambio de vida, para recordar a todos los creyentes su deber de vivir santamente, unidos a Dios como única fuente de vida plena, y de realizar en sus propias existencias la voluntad de Dios. Y enriquece esos años con la gracia de la Indulgencia: la aplicación de los méritos de Cristo y de todos los Santos para el perdón de las culpas.

Hacia 1122 Compostela obtiene del Papa la gracia del Año Santo, con su Indulgencia: cada año en que el 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago coincide en domingo se podrán ganar en la Iglesia de Compostela las gracias del Jubileo.

Hoy día en que las indulgencias están muy extendidas, que podemos ganarlas cualquier día en cualquier sitio, el Año Santo Compostelano retoma todo su sentido de “llamada a la santidad a la que todos, como hijos de Dios y de la Iglesia, hemos de responder. En un año santo es preciso recordar esta vocación a la santidad y a la vez la vocación de eternidad” (Msr. Barrio).

“Es una oportunidad particular para que los creyentes recapaciten sobre su genuina vocación a la santidad de vida, se impregnen de la Palabra de Dios, que ilumina e interpela, reconozcan a Cristo, que sale a su encuentro, les acompaña en las vicisitudes de su caminar por el mundo y se entrega a ellos personalmente, sobre todo en la Eucaristía. Pero también los que no tienen fe, o tal vez la han dejado marchitar, tendrán una ocasión singular para recibir el don de 'Aquel que ilumina a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida' (Benedicto XVI).

El lema de este Año Santo es PEREGRINANDO HACIA LA LUZ, “porque el peregrino camina al encuentro de la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe, tradición que aquí expresa el apóstol Santiago el Mayor. Pero el fin no es el sepulcro del Apóstol, sino el encuentro, a través de Santiago, con Cristo resucitado, la luz que tiene que iluminar la realidad de nuestra existencia. Una luz que debemos manifestar a través de las obras, dando testimonio de Jesús resucitado” (Msr. Barrio).


El Año Santo es por tanto:

•Un tiempo privilegiado de gracia que la Iglesia nos ofrece para una renovación interior (conversión) de nuestra vida cristiana.

•Una llamada desde Compostela a todos los peregrinos, para que escuchemos la Palabra de Dios predicada por Santiago, purifiquemos nuestro corazón de todo pecado y emprendamos el camino del seguimiento de Cristo, Luz del mundo.

•Un jubileo, junto a la tumba del Apóstol Santiago, que nos hace participar de los bienes espirituales de toda la Iglesia.

•Una concesión del perdón y la misericordia de Dios, por el valor infinito del sacrificio redentor de Cristo, por la oración y méritos de la Virgen María y de todos los Santos.



¿Qué nos Ofrece el Año Santo?

•Expresar nuestra fe en Cristo Jesús. Luz del mundo.

•Recibir el perdón y la misericordia de Dios.

•Renovar nuestra vida cristiana a partir del Evangelio.

•Alcanzar la gracia jubilar de la Indulgencia Plenaria.


¿Qué es la Indulgencia Plenaria?

La Indulgencia es la remisión de la pena por los pecados ya perdonados, concedida por la Iglesia como administradora de la redención, que distribuye y aplica el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. Puede alcanzarse una vez al día y puede aplicarse por uno mismo o por los fieles difuntos.


Condiciones para ganar el Jubileo

1.Visitar la Catedral de Santiago donde se guarda la Tumba de Santiago el Mayor (no es preciso hacer el Camino).

2.Rezar alguna oración (al menos, el Credo, el Padrenuestro y pedir por las intenciones del Papa) Se recomienda asistir a la Santa Misa.

3.Recibir los sacramentos de la Penitencia (puede ser 15 días antes o después) y de la Comunión. Estos dos sacramentos realizan la conversión y el compromiso de amor con Jesús y nuestros hermanos. Ésta es la herencia de Santiago.

Hospitalidad de Lourdes

¿Tienen algún sentido los santuarios y las peregrinaciones en nuestro siglo XXI? Ésta misma pregunta se siguen haciendo expertos de todo el orbe católico, ante una sociedad cada día aparentemente más marcada por el individualismo, más preocupada por el bienestar y la ocultación del sufrimiento... más secularizada y menos religiosa.

La respuesta está ante nuestros ojos. La respuesta está en Lourdes adonde, como a otros grandes santuarios católicos, cada año acuden centenares de miles de peregrinos. A pesar de las masas, a pesar de las escenas de enfermedad y dolor a cada paso, Lourdes es paz, es alegría, es esperanza.

La peregrinación a Lourdes es una ocasión única de gracia. Junto con la Virgen María y Santa Bernardita renovamos y celebramos nuestra fe en un marco de profundo recogimiento y oración.

Es una experiencia intensa de Iglesia, rezando y cantando con cristianos de todas las edades, lenguas y nacionalidades.

Es una vivencia conmovedora de misericordia, cediendo la prioridad a los enfermos, favoritos del Reino de Dios, asociados en su dolor a la Cruz y a la Redención del Señor. Si una imagen define Lourdes son las larguísimas filas de sillas de enfermos, y los voluntarios uniformados, la mayoría jóvenes, que las conducen.

Nadie vive con indiferencia la peregrinación a Lourdes, y nadie vuelve igual que fue. En el corazón de todos los peregrinos alienta el deseo de poder volver. Lourdes coge el corazón y se convierte, de la mano de María, en el hogar familiar al que regresar cada año.

La Diócesis de Zamora realiza desde 2008 una peregrinación diocesana anual a Lourdes, con enfermos y voluntarios. En 2010 nuestro Obispo ha erigido la Hospitalidad de Lourdes de Zamora, como órgano permanente para la realización de las peregrinaciones y la difusión del espíritu de Lourdes.

Camino de Santiago

No es un Camino, sino cinco, los que recorren nuestra Diócesis: Vía de la Plata, con su Variante Portuguesa, Camino Sanabrés, Caminos de Alicante y de Valencia. Y es que, más allá del transitado Camino Francés, muchos peregrinos escogen estas rutas alternativas para llegar a Santiago, buscando la soledad y la paz, sorteando la escasez de comodidades y la dureza de las ruta.

¿Qué hay en el corazón y en la mente de un peregrino? Alguien dirá que le mueve el afán de aventura, el espíritu deportivo y de reto personal, o simplemente salir de la rutina. Pero Dios sabe cómo salir al encuentro de cada corazón, cuando la distancia se agiganta y cada paso es el único patrón para medirla. Cuando aquí no hay más que uno mismo y el infinito. Por eso, la Iglesia, que se siente peregrina toda ella, siempre tuvo a gala atender a los que caminan, practicar con ellos la hospitalidad y la misericordia.


Hoy que muchas otras instituciones, públicas y privadas, rivalizan por hacer nuestros Caminos más transitables, incluso más confortables, la Diócesis de Zamora está presente en las ruta jacobea sobre todo para lo que le es más propio: tener una presencia de fe, y un corazón abierto para escuchar. Ofrecer la Palabra de Dios y los Sacramentos, y recoger las riquezas que cada uno va encontrando en su andar.

En enero del 2010 nos dirigía el Papa estas palabras: "En este Año Santo, en sintonía con el Año Sacerdotal, un papel decisivo corresponde a los presbíteros, cuyo espíritu de acogida y entrega a los fieles y peregrinos ha de ser particularmente generoso. Peregrinos también ellos, están llamados a servir a sus hermanos ofreciéndoles la vida de Dios, como hombres de la Palabra divina y de lo sagrado (cf. Al retiro sacerdotal internacional en Ars, 28 septiembre 2009). Aliento, pues, a los sacerdotes de esa Archidiócesis, así como a los que se sumen a ellos durante este Jubileo y a los de las diócesis por donde pasa el Camino, a prodigarse en la administración de los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, pues lo más buscado, lo más preciado y característico del Año Santo es el Perdón y el encuentro con Cristo vivo."


Pero también merece una atención especial la preparación y acompañamiento de los peregrinos zamoranos, sea cual sea el Camino que recorran, así como la promoción del hecho peregrino en toda la Diócesis, especialmente en los pueblos por donde transcurren las rutas jacobeas.

Más Documentos para Cofradías

Código de Derecho Canónico

Concilio Vaticano II - Decreto Apostolicam Actuositatem. Sobre el apostolado de los laicos

Exhortación Apostólica Christifideles Laici. Sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo

Discurso del Papa a la Confederación de Cofradías de las Diócesis de Italia

Conferencia Episcopal Española: Los Cristianos laicos, Iglesia en el mundo.

Las Hermandades y Cofradías. Carta Pastoral de los Obispos del Sur de España

Lourdes virtual



Vista satélite de Lourdes
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Qué es el Camino

Históricamente, podemos definir el Camino de Santiago por su antigüedad; por su importancia en la génesis de España como estado, y su trascendencia como vía de encuentro de las sociedades y economías españolas y europeas a lo largo de toda la Edad Media; por ser “el acontecimiento religioso y cultural más destacable y profundamente vivido” en este periodo, del que conserva tantas señas. Santiago es en sí mismo uno de los principales hitos en la identidad europea. Con razón ha recibido el título de “Calle Mayor de Europa”.

Paisajísticamente, los diferentes Caminos ofrecen al peregrino la posibilidad de transitar por espacios de belleza extraordinaria: cimas y valles, bosques y llanuras sin término. Ciudades llenas de encanto, y pueblos minúsculos, unidos por un mismo cordón umbilical. De la mano del Camino tendremos la posibilidad de vivir el campo, al aire libre; de sufrir el bochorno o el aguacero, y disfrutar los colores de otoño y primavera. Ninguna “senda paisajista” tan grande y tan variada como el Camino.

Culturalmente, definen al Camino sus monumentos, su arte, ser él mismo vía de propagación de estilos e influencias, trasiego de artistas y de obras. En torno al Camino, a los Caminos, encontraremos una infinidad de templos, edificios civiles, obras de ingeniería y diseños urbanísticos, tallas, pinturas, piezas de orfebrería, obras musicales… Cultura “culta” junto con cultura “popular” significada en tradiciones, leyendas, ritos… Declarado “Itinerario Cultural Europeo” por el Consejo de Europa y “Patrimonio de la Humanidad” por la Unesco, el Camino es la “obra de arte colectiva" más grande del continente.

Social y económicamente, ha logrado recuperar una enorme trascendencia en nuestro país y fuera de él, como alternativa de ocio y de encuentro con otros, objeto de estudio y divulgación, de oferta turística y publicidad, de fundación de asociaciones y organización de eventos, de recursos hosteleros e incluso de promoción política.

Todo eso es el Camino. Con todo eso, para bien o para mal, se encuentra el peregrino. Es verdad que hay opciones para todos: para quien pretende hacer amigos y quien necesita soledad, el que busca meditar y el que quiere hacer deporte, el ejecutivo en vacaciones y el “trotamundos”, el anacoreta y el “turigrino”.

Pero hay un “ingrediente" (si se nos permite hablar así) que está en la base de todo, y por medio del cual se sustenta todo. Puedes centrarte en él o “pasar” de él: es decisión tuya. Pero sin él, el Camino nunca tendrá todo su color ni todo su sentido. Busques lo que busques.

Sin él… o más bien sin ellos, porque en realidad son dos. Son –o fueron- de Galilea, un lugar muy distante de aquí (ni siquiera está en Europa) y de una época muy lejana. Uno era carpintero, hijo de carpintero, y el otro pescador. Fueron amigos o, si lo prefieres, discípulo y maestro. El maestro dijo un día: “Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida”. El discípulo lo comprobó, y recorrió medio mundo -hasta llegar aquí- para comunicárnoslo; “su cuerpo descansa en la paz, su gloria pervive entre nosotros”.

Si vas a Santiago, ojalá los encuentres.

Al llegar a Santiago

Al llegar a Santiago… qué torrente de emociones afluye al corazón. Así lo cuentan algunos peregrinos:

“Un poco más adelante nos encontramos con la Puerta del Camino, con las piedras del casco antiguo, y sentimos profundamente la cercanía de la meta. Volví a pensar en los millones de peregrinos que habrían pasado por estas calles y habrían llorado por ver cumplido un sueño. La emoción lleno mis ojos de agua y las palabras desaparecieron de mi boca”.

"Hablo de esa sensación inmensa, inexplicable, que te recorre todo el cuerpo cuando cruzas el arco que lleva a la plaza del Obradoiro y encuentras frente a ti la Catedral de Santiago de Compostela... tantas veces imaginada en el Camino”

“Comienzo a sentir que me inundan fuertes emociones y sentimientos, y procuro interiorizar y reflexionar sobre ellos, allí, sentado en pleno suelo. Empiezo a llorar como un niño, sin darme casi cuenta y sin poder refrenar el llanto. Muchas cosas vienen a la mente en esos momentos. Así estuve casi una media hora. Luis se ha dado cuenta de lo que estoy viviendo y, creyendo que me derrumbo, me da un abrazo cálido y fraternal. Sin embargo es justo lo contrario. La fuerza interior y la paz que siento han compensado con creces el esfuerzo”.

“Ahora sí que ya no me puedo contener más y rompo a llorar con un profundo sentimiento de gratitud, emoción y satisfacción. Estoy arrodillado y cabizbajo justo debajo de la imagen de Santiago, a solas conmigo mismo, y una sensación de paz y tranquilidad enorme me invade. Me siento como un globo a presión que ha estallado, pletórico de sentimientos desbocados. ¡Qué sensación… Indescriptible lo que sentía!”

La meta del Camino, pero también de la peregrinación

Todo el coraje puesto en el Camino, todo el esfuerzo y el cansancio, todas las vivencias acumuladas, todos los recuerdos y los afectos, todos los sufrimientos y todas las sonrisas, afloran ahora en el momento en que llegas a la meta. Y se manifiestan en emociones encontradas. Muchas veces como llanto gozoso, o como un orgullo sosegado, o una profunda paz. Otras veces como sensación de pérdida, de vacío, de estar “como un globo deshinchado”. Cada uno es cada uno.

Pero no sólo ha llegado a su meta tu Camino, sino ante todo tu Peregrinación. Por fin estás ante la tumba del Apóstol. “Él, testigo predilecto, anunció el Reino que viene por la muerte y resurrección de Cristo y, el primero entre los apóstoles, bebió el cáliz del Señor; con su guía y patrocinio se conserva la fe en los pueblos de España y se dilata por toda la tierra, mientras Santiago alienta a los que peregrinan para que lleguen finalmente a Dios”.

El Apóstol, todo apóstol, es cimiento de la fe. Tu camino de peregrinación ha significado:

- La búsqueda de una mayor hondura de tu fe y el compromiso de ser más coherente con ella.

- Tu adhesión a la herencia de los miles de peregrinos que hubo antes que tú, y en definitiva a la herencia del propio Santiago, que no hace más que cumplir el encargo de Jesús de Nazaret: anunciar a todos El Evangelio, la Buena Noticia de que hay esperanza y salvación para el hombre.

- El deseo de convertir tu corazón, de los valores del orgullo y el egoísmo, a los del amor; invitando a los demás a hacer lo mismo.

Entra ahora en la Catedral, si puedes (en Año Santo) por la puerta del Perdón. Sube a darle un abrazo a la imagen del Apóstol, que te ha estado acompañando y animando en el Camino. Muéstrale tu gratitud por todo lo que has vivido estos días, lo bueno y lo aparentemente menos bueno. Visita la cripta con los restos de Santiago: la tumba que durante siglos ha sido la meta de tantos miles y miles de peregrinos. Él está allí escuchando tu plegaria.

Da una primera vuelta por el templo y llégate hasta el Pórtico de la Gloria. Antes de dar los “croques” al Maestro Mateo, contempla el conjunto. Te está señalando que esta meta era sólo provisional. Que la meta definitiva de todo peregrino es la casa del Padre, la ciudad celestial, la fiesta definitiva en el Reino de los Cielos, en que te recibirán sonrientes Santiago y el Resucitado. Que vas a seguir caminando hasta que se corte el hilo de tu peregrinación terrena, y te encuentres cara a cara con el Señor de la Gloria.

Vuelve a entrar en la catedral, la casa de Santiago y de todos los peregrinos. En tiempos, incluso pasaban la noche allí, entre cantos y alabanzas. Como buen anfitrión, él te invita a lavarte y sentarte en la mesa. Celebra la Penitencia y participa en la Eucaristía, preferentemente en la Misa del Peregrino. Deja que tu espíritu se eleve como el botafumeiro por las naves de la catedral y tus emociones impregnen, como el aroma del incienso, las bóvedas de tu alma.

Luego tendrás tiempo de visitar el resto de la catedral, de hacerte fotos en la Plaza del Obradoiro y obtener la Compostela en la Oficina del Peregrino, de repasar mil y un detalles del Camino con otros peregrinos, de repartir abrazos y sonrisas, de irte a comer y a celebrarlo. Incluso de sentarte en una terraza en las viejas rúas de la ciudad y animar a los peregrinos que van llegando.

Es tiempo de volver

Como los discípulos de Emaús, has encontrado al Señor en su Palabra y en la Fracción del Pan. Pero él te anima a volver a tu comunidad, a tu trabajo, a tu familia, a tu parroquia, a tu vida.

“Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo le habían reconocido en la fracción del pan”. Como los de Emaús, volverás transfigurado, con el corazón henchido de fe y de gozo. Como ellos, también a ti te tocará contar lo que has vivido por el Camino de Santiago, y cómo has sentido la presencia de Jesús. De algún modo, Santiago te ha asociado en su misión : ir al mundo entero y anunciar el Evangelio.

Y sobre todo, no dejes que todo se acabe debilitando y perdiendo. Esfuérzate en profundizar esta renovación de tu vida y de tu fe que ha supuesto la peregrinación.